“OPERACIÓN BIKINI: ¿DIETAS MILAGRO O VOLVER A NUESTROS ORÍGENES?”

Junio 2021


“OPERACIÓN BIKINI: ¿DIETAS MILAGRO O VOLVER A NUESTROS ORÍGENES?”

Imagen de Shutterbug75 en Pixabay

Nos encontramos a las puertas del verano, momento en que gran parte de la población incrementa su interés sobre la pérdida de peso. Tras una época de confinamiento, en la que los cambios de los hábitos alimentarios y la reducción de la actividad física han supuesto un incremento de 1 a 3 kg en al menos la mitad de la población, según una encuesta realizada por la Sociedad Española de Obesidad, quizás este interés habitual sea incluso mayor que en años anteriores. El punto de partida no era bueno, en las últimas décadas se ha incrementado la prevalencia de obesidad de forma notable y estudios realizados en nuestro país constatan que más del 50% de la población presenta sobrepeso u obesidad.

La obesidad es una enfermedad crónica que requiere un abordaje integral, que siempre incluye una optimización de los cambios dietéticos y un incremento de la actividad física, entre otros. Sin embargo, los cánones de belleza actuales, difíciles de alcanzar, provocan frustración y el deseo de obtener resultados rápidos, lo que motiva que hasta el 22% de la población española de entre 18 y 65 años haya realizado en alguna ocasión una dieta de las llamadas “milagro”, según el estudio “Dietas milagro y sociedad española”, publicado por la Academia Española de Nutrición y Dietética y la Fundación Mapfre en 2020.

Es importante reconocer las dietas “milagro”. Se caracterizan porque “garantizan” la pérdida de peso de forma rápida, definitiva y sin apenas esfuerzos, no son equilibradas desde el punto de vista del aporte calórico o de la distribución de nutrientes, destacan las propiedades y promueven el consumo de algunos nutrientes/alimentos “estrella” en lugar de proponer una alimentación equilibrada, estimulan el consumo de productos artificiales “necesarios” para su realización, no tienen una base científica sólida y se suelen apoyar en testimonios, en su gran mayoría falsos, o en la imagen de personajes populares que aseguran cumplirlas. Existen múltiples modalidades: dietas que sustituyen una de las comidas por un suplemento dietético (barrita o batido), dietas muy restrictivas en calorías (asociadas o no a laxantes o diuréticos), dietas que restringen uno o varios grupos de alimentos (hidratos de carbono o grasas fundamentalmente), dietas que recomiendan el consumo de alimentos o producto “milagro”…

Las dietas milagro tienen riesgos para la salud. El problema es que éstos no son evidentes a corto plazo en la mayoría de los casos, sino que aparecen cuando la dieta se mantiene de forma prolongada, por lo que la persona que la realiza no suele ser consciente de los riesgos asociados. Si se mantienen de forma indefinida pueden provocar déficits nutricionales (déficit vitamínicos y minerales), disminución del consumo de fibra dietética, pérdida de masa muscular, incremento del riesgo cardiovascular, efectos deletéreos a nivel hepático y renal, inducción de trastornos del comportamiento alimentarios…El otro gran problema asociado es el temido efecto rebote, que aparece prácticamente de forma inevitable tras el abandono del régimen dietético, al retomar los hábitos previos.

Por todo ello, en ésta época, como en el resto del año, debemos estimular una alimentación saludable, la realización de actividad física regular y el establecimiento de unos objetivos realistas y alcanzables, siendo conscientes de que si se ha tardado hasta años en alcanzar el sobrepeso actual, se debe intentar resolver el problema gradualmente y no de forma radical, en pocas semanas o incluso meses.

En este sentido, no podemos más que recomendar la dieta mediterránea, que no se trata simplemente de una pauta nutricional sino que se encuentra enmarcada en el contexto de un estilo de vida equilibrado respecto a los alimentos y su forma de preparación, las costumbres y la promoción de la hidratación y de la actividad física. Según se ha demostrado en estudios científicos de alto impacto, la dieta mediterránea aporta beneficios claros para la salud, dado que reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular, de diabetes e, incluso, de algunos tipos de cáncer.

Aunque pueda parecer una recomendación simple y sencilla en nuestro medio, lo cierto es que cada vez estamos más alejados de los principios que promueve, por lo que conviene recordarlos. La dieta mediterránea estimula el consumo de alimentos de temporada, locales y no procesados, el uso del aceite de oliva virgen como principal grasa de adición, el consumo alimentos vegetales en abundancia (frutas, verduras, legumbres y frutos secos al natural), el pan y los alimentos procedentes de cereales (pasta, arroz y especialmente sus productos integrales) y de lácteos como parte de la alimentación diaria, consumir carnes rojas con moderación y, si puede ser, como parte de guisos y otras recetas, limitar las carnes procesadas, consumir pescado en abundancia y huevos con moderación, tomar la fruta fresca como postre habitual (en lugar de dulces y pasteles, que deben consumirse de forma ocasional), hidratarse con agua como bebida por excelencia y realizar actividad física todos los días, ya que se considera tan importante como comer adecuadamente. La página web, de libre acceso, https://dietamediterranea.com/ aporta información útil, veraz y práctica sobre múltiples aspectos relacionados con la dieta mediterránea: preguntas frecuentes, cuestionario sobre el cumplimiento de la dieta mediterránea, menús y recetas…

Como conclusión, para las personas que las estén considerando, debemos recordar que las dietas milagro no existen y que, aunque puedan ser eficaces de forma inmediata, implican riesgos para la salud y se asocian casi indefectiblemente a un efecto rebote. Por el contrario, la dieta mediterránea es una pauta alimentaria sencilla de realizar, que no entraña ningún riesgo y, por el contrario, garantiza un adecuado estado de salud, un peso saludable y la prevención de enfermedades crónicas muy prevalentes en nuestro medio.